Javier Gonzalez-Soria
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El Castillo de Ocón se alza sobre un cerro en cuya ladera meridional se extiende el caserío de la villa del mismo nombre, en La Rioja. Desde este privilegiado lugar se divisa un vasto territorio que comprende todo el valle de Ocón, el valle bajo del Jubera y la ribera navarra; además, el castillo puede comunicarse visualmente con las fortalezas de Ausejo y Jubera.
En el año 1023 Fortún Garcés era señor de Ocón. En el año 1040 el rey García III, el de Nájera, entregaba en arras a su esposa Estefanía, Ocón, cuyo tenente era Lope Acenáriz. En 1065 y 1068 aparece Ximeno Fortuniones y en 1074 y 1092 Enneco Azenáríz.
En 1123, época de Alfonso el Batallador, aparece omo tenenre Lope Lópiz. Durante la ocupación de Sancho el Sabio de Navarra figuran Sancio Ramírez de Pedrola en 1172 y Martín Roiz en 1173 y 1174. Tras su recuperación por Alfonso VIII, éste la confía al señor de Cameros Diego Jiménez, al que se cita en 1174, 1175 y 1185. Se conoce el nombre de alguno de los alcaides: Martín Romeo en 1177, don Alaves en 1185, Pedro Ramírez de Bazán en 1344 y el merino Juan Martínez de Peñafiel en 1349.
En tiempos de Pedro I y Enrique II poseyó Ocón Juan Alfonso de Haro. Posteriormente, en 1379, este rey donó la villa a Diego Gómez Manrique, repostero mayor, ya que su anterior dueño, Ramiro Sánchez, lo traicionó aliándose con el rey de Navarra, Carlos II.
El castillo y la villa fueron propiedad de los Duques de Nájera y Condes de Treviño hasta la extinción de los señoríos jurisdiccionales.
Los escasos restos existentes no permiten la reconstrucción de la planta original de esta fortaleza. Aproximadamente en el centro del cerro donde se ubica se observan varios muros de mampostería de idéntico grosor, que debieron pertenecer al núcleo principal de la fortaleza, de 40 por 15 metros aproximadamente. Este se compondría de un patio y una torre inscrita en el mismo, ambos de planta rectangular, y otro recinto trapezoidal adosado al mediodía. En esta zona los muros de la parte occidental se han perdido a causa de los desprendimientos de la roca.
Del ángulo noreste del que podemos denominar castillo, arrancan dos lienzos de muralla, de distinto grosor y calidad. Uno de ellos, de 72 por 2,10 metros, toma dirección noroeste y termina en una gran torre cilíndrica maciza con base de sillería. Está construido mediante un sistema de encofrado con hiladas de piedras sin labrar al exterior y morrillo de relleno. El otro lienzo, de 48 por 1,5 metros, se dirige ladera abajo hacia el este, tiene el mismo grosor que los muros del castillo y debió estar reforzado por torres de flanqueo que en la actualidad no son visibles. Este muro continuaba hacia el sur para enlazar con otro, hoy desaparecido, que partía del ángulo suroeste del castillo y bordeaba el cerro por poniente. Ambas cortinas encerraban y protegían un amplio espacio que serviría de solar a la antigua población de Ocón de la que, únicamente, se conservan los restos de la cabecera románica de su templo parroquial de Santa María.
Del análisis de los restos arquitectónicos de esta fortaleza se deduce que en ella existían dos partes bien diferenciadas. La primera es la cortina rematada en la torre cilíndrica, que parece la construcción más antigua, contemporánea del castillo de Clavijo, en la que se utiliza un aparejo semejante al de éste, y que sólo servía para proteger la cima del cerro. La segunda el castillo que podría ser coetáneo a la iglesia de Santa María, es decir, obra de finales del siglo XII, posterior a la concesión del fuero a la Villa, en 1174. En resumen, encontraríamos en esta fortaleza una obra primitiva, de origen musulmán, y una reutilización y ampliación ulterior de ésta por parte cristiana.
El castillo estaba cercado por una muralla de 3,5 varas ancho por 80 varas largo y 14 varas alto, que fue reedificada durante la primera guerra carlista y tenía un arco en el lado este, labrado en sillería, sobre el que se colocaba un puente levadizo.